martes, 27 de octubre de 2015

Posesividad - Jorge Bucay

Caminaba distraídamente por la calle cuando la vio.
Era una enorme y hermosa montaña de oro.
El sol le daba de lleno y al rozar su superficie reflejaba tornasoles multicolores, que la hacían parecer un personaje galáctico salido de una película de Spielberg.
Se quedó un rato mirándola como hipnotizado.
—¿Tendrá dueño? –pensó.
Miró para todos lados, pero nadie estaba a la vista. Al fin, se acercó y la tocó. Estaba tibia.
Pasando los dedos por su superficie, le pareció que su suavidad era la correspondencia táctil perfecta de su luminosidad y de su belleza.
—La quiero para mí –pensó..Muy suavemente la levantó y comenzó a caminar con ella en brazos, hacia las afueras de la ciudad. Fascinado, entró lentamente en el bosque y se dirigió al claro.
Allí, bajo el sol de la tarde, la colocó con cuidado en el pasto y se sentó a contemplarla. —Es la primera vez que tengo algo valioso que es mío.
¡Sólo mío! –pensaron los dos simultáneamente.—Cuando poseemos algo y nos esclavizamos en dependencia de ese algo, quién tiene a quién,
¿Quién tiene a quién?

jueves, 15 de octubre de 2015

El reloj parado a las 7 -Giovanni Papini



En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.
Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo.
Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes callan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que una vez detuvo su andar.
Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.
También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.
Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.
Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.
La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás.
Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.
Pero sé que la vida es otra cosa.
Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo.
Casi todo el mundo, pobre iluso, cree que vive.
Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.

Por eso te amo, reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo.

LAS LENTEJAS -JORGE BUCAY



Un día, estaba Diogenes comiendo un plato de lentejas, sentado en el umbral de una casa cualquiera.

No había ningún alimento en toda Atenas más barato que el guiso de lentejas.
Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas significaba que te encontrabas en una situación de máxima precariedad.
Paso un ministro del emperador y le dijo: "¡Ay, Diogenes! Si aprendieras a ser mas sumiso y a adular un poco mas al emperador, no tendrias que comer tantas lentejas".
Diogenes dejo de comer, levanto la vista, y mirando al acaudalado interlocutor intensamente, contesto: "Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador".

Este es el camino de Diogenes. Es el camino de autorrespeto,de defender nuestra dignidad por encima de nuestras necesidades de aprobación.
Todos necesitamos la aprobación de los demás. Pero si el precio es dejar de ser nosotros mismos, no solo es demasiado caro sino que además se convierte en una búsqueda incoherente: empezamos a parecernos a aquel hombre que buscaba su mula por todo el pueblo, mientras iba cabalgando... su mula.

Las alas son para volar -Jorge Bucay



Cundo se hizo mayor, su padre le dijo:
-Hijo mio, no todos nacemos con alas,sin bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que seria una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas, que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no se volar -contesto el hijo
- Es verdad -dijo el padre
Y caminando, lo llevo hasta el borde del abismo de la montaña
-Ves hijo, este es el vació, cuando quieras volar, vas a venir aquí, vas a tomar aire,vas a saltar al abismo, extenderás tus alas y volaras.
El hijo... dudo-Y si me caigo?
-Aun que te caigas, no morirás, solo te harás algunos rasguños que te harán mas fuerte para el siguiente intento
El hijo volvió al pueblo para ver a sus amigos, a sus compañeros a aquellos con los  que había caminado toda su vida. Los mas estrechos de mente le dijeron
-¿¡Estas loco!? ¿¡Para que quieres volar!?, tu padre esta mal de la cabeza ¿ para que necesitas volar ?¿Por que no te dejas de tonterías? ¿Quien necesita volar?.
Los mejores amigos le aconsejaron
-¿ y si fuera cierto? pero... ¿No sera peligroso?.. ¿por que no empiezas despacio? prueba tirarte  desde una escalera o desde la copa  de un árbol ¿pero desde la cima ?
El joven escucho el consejo de quienes lo querían, subió a la copa de un árbol, y llenándose de coraje, salto, desplegó las alas, las  agito en el aire con todas sus fuerzas, pero desgraciadamente  se precipito a tierra... Con un gran chichón en la frente se cruzo a su padre.
-Me mentiste -le dijo- no puedo volar, lo he probado, y mira el golpe que me di, no soy como tu, mis alas solo son de adorno...
-Hijo mio -dijo el padre- para volar, hay que crear el espacio de aire necesario para que las alas se desplieguen, es...es como tirarse en paracaídas... ¿Sabes?necesita cierta altura antes de saltar, para volar hijo mio, hay que empezar asumiendo riesgos, si no quieres riegos, lo mejor, quizas sea resignarse, y seguir caminando, para siempre.